miércoles, febrero 28, 2007

A mi no me ha pasado nunca, pero he pensado varias veces en esta situación:
Acabas de bajarte la bragueta, y recién te has puesto a mear, cuando de repente alguién te avisa de la mayor urgencia del Universo (piense la situación que desee, hasta la más extraña vale), y nada, ni las presentes necesidades fisiológicas, pueden hacerte perder un segundo.
¿Usted qué haría?¿Acabaría de mear sabiendo que no puede cortar el riego a placer y siendo consciente a su vez de la incalculable capacidad de su vejiga?¿Tendría la capacidad de cortar el dorado -tal vez cristalino- fluido?
Mi respuesta es la siguiente. Yo, conocedor de la urgencia del inesperado hecho que me obliga, y sin saberme capaz de controlar mi cuerpo, interrumpiría la trayectoria de mi orín para ocultar mi miembro en el calzoncillo y salir corriendo para atender la llamada de auxilio sin darle importancia a mi aspecto u olor, pues seguramente sucediera que me mease encima mientras corro hacia donde fuera que la extraña situación me hubiera obligado.
Así pues, habría logrado socorrer a quien debiera a cambio tan sólo de un cerco en el pantalón.
Eso sí, como la situación no fuera tan urgente ni necesitara de mi ayuda me cagaba en los muertos del hijo de puta que me había llamado. Fin.

martes, febrero 06, 2007

Hoy la ciudad es mejor.
Huele todo a nuevo desde que me he levantado, casi desde que me acosté el ruido de la caldera ya sonaba diferente, más melódico.
La vieja huraña, las paredes sucias y hasta el cubo de basura. Todo es nuevo, recién desenvuelto el papel de un regalo anhelado y necesario.
Ya no me cuesta erguirme y camino orgulloso con la cabeza bien alta gracias a ti. Puede que esto no dure, quizás jamás vuelva a pasar, pero hoy sonrío y tengo esa sensación que solía llamar felicidad.