martes, junio 13, 2006

una gota más

Iba Gusberto por la calle canturreando, despreocupado, olvidandose de esos que no merecen vivir, cuando de repente uno de esos de cerebro podrido y envenenado, creyendose con derecho a todo, extendió su brazo para aproximar la palma de la mano abierta a la nuca de Gusberto (¡una soberana colleja!).
Obviamente aquel ser despreciable -al que deseo una vida llena de dolor- iba acompañado de simios similares.
Pobre Gusberto, ser buena persona es muy duro. Me contó que no sintió rabia, que no se enfureció, tan sólo frustración e incomprensión, y la seria certitud de andar con un arma bajo el brazo.
Odio, cada día odio más pero estoy ahorrando -no sé si para comprarme una escopeta o un país con derecho de admisión-.
Pobre Gusberto, ser buena persona es muy duro.