martes, diciembre 26, 2006

el fantasma de los ojos azules

Eran las 2 am cuando entré a aquel bar y no me comí un colín.
Eran las 2'30 am cuando entramos a aquel bar, una vela iluminaba nuestras caras, teníamos conversaciones banales y al salir teníamos la seguridad de que allí había un pasado o futuro asesino.
Y de madrugada escalamos el Albaicín, destino al mirador de San Nicolás, y eran las 3 cuando sonó una campana y le dije a Q que a esa hora se manifestaban los espíritus. Al poco comenzó a sonar una melódica guitarra española. Pasados dos minutos estábamos en San Nicolás, observando la inmensidad de la noche cubierta de gotas de luz, iluminados los tres por el silencio y por la brasa de un cigarro compartido mientras aquel fantasma flamenqueaba entre gritos.


Llegamos a conocer a ese tipo: un fantasma letón por cuyas vivas venas corría sangre polaca y alemana, y que de un tiempo a esta parte vivía en una cueva, tuvo una hija con una mejicana, se reía de chistes que no acababa de comprender, no dormía por las noches y se le caía el moco del frío.

Cómo cambian las cosas, ahora los fantasmas no viven en castillos ni llevan cadenas, ahora son hippis y cantan flamenco.